El director general de Patrimonio Natural y Biodiversidad, Pablo Fernández, destacó que la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es “la plaga más dañina que afecta a los montes de la Región, ya que ocasiona importantes defoliaciones en las especies silvestre, laricio y negro”. El período más sensible es el que va desde el final del invierno hasta la mitad de la primavera, que es cuando las orugas son más grandes y voraces, pudiendo extenderse de un árbol a otro. Aunque rara vez provocan la muerte de los pinos, los debilita en gran medida, facilitando el posterior ataque de otras plagas. No obstante, los pinos pequeños pueden llegar a secarse cuando son atacados por este lepidóptero, que debe su nombre a que las orugas se desplazan en grupo de forma alineada, a modo de procesión, en busca de alimento. Asimismo las orugas provocan un efecto urticante y alérgico en los seres humanos, que en algunos casos llega a revestir cierta gravedad. Esto hace que se vea mermado el uso público de las zonas de pinar que se encuentran muy atacadas. Por todo ello, señaló Fernández, “desde la Administración se procura un control estricto de la plaga en zonas de acceso, áreas recreativas y superficies destinadas a la producción de pino piñonero, entre otras”.
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