La sociedad murciana ha sabido, como pocas, aunar modos de vida tradicionales ligados al cultivo de la tierra con fenómenos de reciente aparición como el turismo, las nuevas tecnologías o el desarrollo de una economía urbana basada en el sector servicios. A lo largo de este proceso, sin embargo, el mundo forestal, esto es, los montes y la sociedad rural que depende de ellos, se han visto inmerecidamente relegados a un papel secundario dentro de la sociedad. Inmerecidamente, porque los montes murcianos, arbolados en su mayoría, ocupan casi la mitad del territorio regional, cobijan y sostienen una vida silvestre singular y diversa y desempeñan un papel insustituible en la producción de oxígeno, la captación de carbono, el control de los climas zonales, la regulación de los ciclos del agua y la conservación del suelo, auténtico sustento de la vida, por citar sólo alguno de sus beneficios directos. En ultimo término, la supervivencia y salud de nuestros montes mantiene la riqueza y productividad de los suelos agrícolas, frena el avance del desierto en nuestra Región, abre posibilidades para el ocio y el progreso de las poblaciones en zonas rurales y defiende infraestructuras y vidas humanas, al mitigar el impacto de desastres naturales tales como inundaciones o incendios catastróficos. Su importancia trasciende, con mucho, el valor económico o productivo que reflejan las estadísticas, siendo un componente irreemplazable del acervo cultural y biológico de los murcianos. Por todos estos motivos, y como respuesta a los viejos y nuevos retos que plantea a diario la gestión de los montes murcianos y a la creciente sensibilidad de nuestra sociedad hacia el medio ambiente, esta Dirección emprendió hace ya cuatro años la tarea de dotar a gestores y técnicos de un instrumento de planificación que concretase las grandes líneas y criterios de actuación de la Administración del medio natural. |